martes, 28 de febrero de 2012

La Virgen Maria






“Él entró en mis miembros, con gozo de toda mi alma, y de esa forma, con gozo de todos mis miembros, salió de mí, dejando mi alma exultante y mi virginidad intacta. Cuando lo miré y contemplé su belleza, la alegría desbordó mi alma, sabiéndome indigna de un Hijo así. Cuando consideré los lugares en los que, como sabía a través de los profetas, sus manos y pies serían perforados en la crucifixión, mis ojos se llenaron de lágrimas y se me partió el corazón de tristeza. Mi hijo miró a mis ojos llorosos y se entristeció casi hasta morir. Pero al contemplar su divino poder, me consolé de nuevo, dándome cuenta de que esto era lo que él quería y, por ello, como era lo correcto, conformé toda mi voluntad a la suya”.

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