jueves, 10 de enero de 2013

Amar al que es difícil de amar





Imagínate que te estás muriendo en este momento. Te acercas a la puerta entre la tierra y el cielo, y Jesús viene a darte la bienvenida, pero él se ve exactamente como la persona que menos te cae bien: ese ex-esposo o sacerdote escandaloso o el empleador que te despidió o ______. ¿Correrías hacia él o lejos de él? ¿Lo podrías abrazar, o más bien le darías un puñetazo en la nariz? En la primera lectura de hoy, leemos que cualquiera que reclama amar a Dios mientras odia a alguien más es un mentiroso. ¿Si nosotros no podemos amar a alguien que está palpablemente presente ante nosotros, cómo podemos amar a Jesús que es invisible? ¿Si nosotros no le damos amor a una persona que podemos tocar, cómo podemos dar amor al Espíritu Santo? ¿Y si nosotros no amamos a cada hijo del Padre que quiere a todas sus creaciones, cómo podemos sentir su amor por nosotros, especialmente cuando tenemos baja auto estima? Pensar que podemos amar a Dios pero no al cretino que nos lastimo tanto, es una idea equivocada. El amor intenso con que amamos a los demás, es el amor intenso con el que amamos a Dios, porque lo que le hacemos a los demás también se lo hacemos a nuestro Padre que los creó y al Salvador quien murió por ellos. El amor es como el agua en la llave de la cocina. Cuándo está cerrada y colocas tu mano debajo de la llave, tú no puedes sentir el agua dentro de ella, aunque está allí, esperando ser descargada. Prende la llave para hacer que el agua salga, y ahora tú mano puede sentir el agua que fluye. El amor de Dios siempre está dentro de nosotros - completamente - pero nosotros no podemos sentirlo a menos que nosotros lo derramemos hacia los demás. Amar al que es difícil de amar no significa permanecer cerca a los que nos abusan, pero si estamos cerca de Dios, tenemos interés en ellos tal como él lo tiene. Amar al que es difícil de amar significa que nos preocupa sus almas. Significa perdonarlos y seguir adelante en vez de mantenernos atascados en nuestra ira esperando que ellos se arrepientan. Significa rezar por ellos, no solamente pedirle a Dios que los cambie para que nuestra vida pueda ser más fácil, sino para que ellos entren más completamente en el amor de Dios para su propio beneficio. Amar al que es difícil de amar requiere que mantengamos fijamente nuestra mirada en Jesús, porque confiamos en que Dios hará que algo bueno resulte de todo. Significa responder a sus males con el amor de Dios al mismo tiempo que mantenemos las fronteras del amor sano. Cuándo amamos al que es difícil de amar, Jesús nos consuela con palabras de la lectura del Evangelio de hoy: ¡"El Espíritu del Señor está sobre mí, y yo comparto esto contigo, mi amigo precioso! El Padre me ha ungido para traerte buenas noticias a ti, para proclamarte la libertad en tu cautiverio, para darte la vista cuando los problemas te ciegan, y para liberarte de la miseria causada por el mal". Cuando nosotros amamos al que es difícil de amar, nuestra alegría no viene de ver que los demás cambian. Nuestra alegría viene de conocer el amor profundo de Dios, mientras recibimos su abrazo cariñoso y consolador.



Reflexión de la Buena Nueves Jueves de la Epifanía
10 de enero, 2013


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