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miércoles, 31 de octubre de 2012
sábado, 20 de octubre de 2012
Ser santo
Ser santo
"Sed pues santos para mi, porque yo, Yahveh; soy santo..."
(Lev 20, 26)
(Lev 20, 26)
Cuando hablamos de la santidad no nos referimos solamente a los santos canonizados por la Iglesia, todo cristiano está llamado a la santidad.
La RCC es un magnífico camino de santidad, que nos ayuda al profundo encuentro con Dios y los hermanos.
¿Qué es la santidad ? Para muchos es una quimera, algo inalcanzable. Más cercano a un mito que a un modelo para imitar.
El modelo de santo que en un pasado se nos presentó nada tiene que ver con lo cotidiano. En un tiempo solo se destacaba lo episódico, grandioso, milagrero, extraordinario...
El santo es quien descubre un proyecto personal divino y lo hace suyo, es decir, descubre su vocación y da una respuesta al llamado de Dios.
Dijo Juan Pablo II: "El ideal de perfección no se ha de confundir como si implicara una especie de vida extraordinaria practicable solo para algunos genios de la santidad".
La santidad es un ideal propuesto por Dios al hombre y hecho posible por su gracia y por la libre aceptación del hombre.
La vida cotidiana es el lugar de la santidad El mundo es su ámbito, con sus límites, errores, pecados, debilidades.
Por eso la santidad es un llamado de Dios y una opción libre del hombre.
Podemos sintetizar asi a la santidad:
Comunicación con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Intimidad con el Padre, porque somos hijos de Dios y experimentamos su amor de Padre y Madre.
El nos tiene "tatuados en las palmas de sus manos " (Is 49, 15-16)
Seguimiento de Jesucristo: Aceptarlo como Señor de mi vida. Convertirme en su discípulo.
Amar al Padre con el mismo amor de Jesús: Nadie va al Padre sino por mi. Si me conocen a mi, conocerán al Padre (Jn 14, 6-7)
Vivir en el amor del Espíritu Santo. Soy templo de la Trinidad: "Si alguno me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a el y haremos morada en el" (Jn 14, 23)
¿ Quién es un santo ?
Es aquel a quien el Padre ha elegido, llamado, consagrado. No es el que ha hecho grandes cosas para Dios, sino aquel en que Dios ha hecho en el grandes cosas. Lo ha hecho objeto de su amor especial, de sus dones, de su perdón y de su gracia divina, destinándolo para su obra de salvación.
¿ Cómo es un santo hoy ?
Los rasgos fundamentales de un santo hoy son:
Tiene una fuerte experiencia de Dios. Sabe reconocer su presencia actuante, permanente transformante. Job: "Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos " (Job 42,5)
Ranher: El cristiano de hoy será un místico o no será cristiano.
Radicalidad evangélica: = (en - theos) en Dios, poseído por Dios.. Va en contra de la religiosidad cómoda, light, poco exigente que caracteriza a tantos cristianos.
El Santo hoy se caracteriza por la energía interior, es coherente con sus convicciones, está inserto en la realidad, está en el mundo, con los pies en la tierra y el corazón en el cielo.
El santo es una persona libre, amable, bondadosa, amigable, atractiva, sana, magnética, humilde, sencilla, con espíritu de servicio, madura, que sabe compartir y vivir en comunidad. Tiene un profundo amor a Dios y al prójimo. Es alegre, aun en el sufrimiento. Vive en la esperanza.
Contrario a la santidad: amargura, tristeza, desesperanza, falta de entusiasmo y energía, incoherencia, hipocrecía, maldad, dureza de corazón.
Desafíos para un camino de santidad
1. Calidad de vida (contrario a la mediocridad)
2. Profundidad interior (opuesta a la superficialidad)
3. No buscar sólo la eficacia, en un mundo pragmático y eficientista.
4. La actualidad: Vivir en sintonía con nuestro tiempo, con nuestro mundo, con nuestra cultura ...
5. Credibilidad. El santo tiene que ser creible, precisamente por su coherencia de vida y su actuar en trasparencia.
Hna. Marta Bidone
Revista Resurrección 230 (revista nacional de la RCC para toda la Iglesia)
Señorío - Adoración: Planificar - Estado anímico - Servicio - Transformación
Existen diversos rostros de Jesús que nos llevan a un crecimiento espiritual: Sanador, Maestro, Amigo, Rey y Señor.
En esta ocasión le pedimos al Espíritu Santo que nos revele el rostro de Jesús, como Rey y Señor de todas las áreas de nuestras vidas y de la humanidad.
En este nivel de encuentro y con Jesús y de entrega a El, y al descubrir que El puede llegar a ser Nuestro Rey y Señor, entonces comenzamos a sentir y a gustar lo que significa pertenecerle totalmente. Por lo cual le ofrecemos todo lo que somos y todo lo que tenemos, al punto de llegar a decir con San Pablo: "ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mi" (Gal 2, 20)
Es profundamente liberador poder decirle " toma de mi vida aquello que tu quieras, pues no somos nosotros quienes debemos proyectar y planificar aquello que debamos hacer, sino Tu quien tienes que decirme qué es lo que quieres que haga".
Reconocer el rostro de Jesús como Rey nos lleva a la adoración, la adoración profunda nos conduce al convencimiento más profundo de Dios y de nosotros mismos y este conocimiento nos lleva a crecer en la verdadera humildad, en la obediencia filial y en la auténtica caridad.
Reconocer el rostro de Jesús como Rey suscita el deseo de conocer sus planes, sus caminos, su voluntad y ante las decisiones cotidianas debería llevarnos a preguntarnos frecuentemente: "¿ Qué haría Jesús en mi lugar ?
A mi entender, otro rasgo del conocimiento de Jesús como Rey, es el amor a sus otros súbditos, es decir a nuestros hermanos, especialmente a quienes el mundo tiene por nada, a los más pobres y sufrientes.
Cuanto más vamos gustando la experiencia de Jesús como Señor, también vamos comprendiendo cada vez más, lo que significa ser servidores del Señor. Ante "Jesús Señor", nuestro servicio se va colmando de la fuerza del Espíritu Santo y nuestra vida comienza a ser transformada desde adentro, pues en ocasiones se puede estar realizando algún servicio, pero sin tener corazón de servidor. En cambio, ante la entrega confiada al Señorío de Jesús, nuestro corazón comienza a ser transformado por el fuego del Espíritu Santo y va siendo moldeado por El según el molde del Corazón de Cristo.
Esta conciencia de Jesús resucitado y vivo en medio nuestro es una especie de iluminación interior que puede llegar a cambiar el estado anímico de la persona que lo experimenta y logra resucitar el servicio que realiza en la Iglesia y en los diversos ámbitos de la sociedad.
La fuerza que comunica Jesús como Señor, permite que se abran nuestros ojos, como sucedió con los discípulos de Emaús (Lc 24, 31-35) hace que se minimicen las dificultades del servicio y que se desvanezca el cansancio del camino de la vida.
P. Gustavo Jamut (texto sintetizado)
Revista Resurrección 230
martes, 16 de octubre de 2012
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